Hoy, pleno apogeo tecnológico de la humanidad, en casi todos los ámbitos, quizás uno de los principales avances de la humanidad en ese sentido, es la generación de tecnología para acortar distancias, para generar aparentemente más facilidades para la comunicación, pero esto en muchos casos no viene a ser otra cosa que un retroceso. ¿A qué se debe esta paradoja, esta contradicción tan palmaria? Paradoja tan meridiana como el hecho de que las potencias del mundo buscan la paz a través de la guerra y la violencia.
Se debe a muchos factores, pero el principal radica en nosotros mismos y nuestras prioridades, es decir, preferimos estar metidos de cabeza en un teléfono celular que prestarle atención a la gente que está en nuestro entorno inmediato demandándonos comunicación y atención. Estoy plena y absolutamente seguro que a todos ustedes les ha pasado: Estas saliendo o compartiendo con alguna persona especial o ser querido, y ésta, como señal (ya sea consciente o inconsciente) de irrespeto, asume la posición de enclaustrarse en su smartphone, nos ignora totalmente al punto que genera en nosotros hastío y molestia inconmensurables. A esta sensación desagradable que se produce en nosotros ante la desatención por cualquier motivo, pero principalmente por el del uso indiscriminado en reuniones del teléfono celular, el psicólogo Daniel Goleman le ha acuñado un término neolingüístico llamado “Pizzled”, derivado de palabras en inglés “puzzled” (que significa desconcertado o perplejo) y “pissed” (que significa irritado o molesto).
¿Quién no se ha sentido evidentemente molesto ante esa conducta? Pero no es eso lo más importante, el punto al que quiero llegar es: ¿No nos damos cuenta que la tecnología nos ha restado habilidades sociales e incluso emocionales? Y no es esto culpa de la tecnología, por supuesto que no, la tecnología comunicacional es un instrumento increíble, un don de la ciencia en la actualidad, pero como en todo, por el hecho de que caminamos en la dualidad, hemos hecho de ese don un vicio implacable. A muchos nos pasa, que a través de una pantalla podemos expresar cualquier cantidad de palabras y sentimientos, pero en persona no tenemos nada que decir, debido a que condicionamos nuestro ser a comunicarse estrictamente por la vía indirecta que nos facilita la tecnología. Pero, es que, hasta las actividades de cortejo directo y personal se han perdido en las relaciones de pareja, gracias a que hemos establecido inexorablemente una zona de confort en los aparatos tecnológicos. Inclusive, estando reunidos con una persona en un mismo sitio o teniéndola en un cuarto contiguo, preferimos enviar un mensaje de texto para comunicarnos sobre cualquier hecho del día, dejando a un lado la comunicación interpersonal directa y sustituyéndola por la frialdad que la tecnología supone. No es negativo el uso de la tecnología, ya lo he manifestado y es necesario recalcarlo, pero si resulta pernicioso lo que estamos haciendo de nuestras relaciones interpersonales directas, le damos más importancia a cualquier cosa en el mundo y en nuestro entorno que a quien o a lo que tenemos en frente, dejando de vivir el presente y de disfrutarlo al 100%.
-Andrés A. Fernández Molina
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